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La necesidad de ayudar a las PYMES en su proceso de transformación

Las inversiones en tecnología por si mismas no bastan para mejorar los ratios de productividad. Es necesario invertir en personas (formación) y en procesos (reingeniería).

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En el presente artículo trataremos de justificar la necesidad de acompañar a la pyme en su proceso de transformación digital. Para ello primero exponemos la situación en la que se desenvuelve la pyme española y su comportamiento frente al entorno geográfico más cercano, en este caso Europa.

A continuación nos adentramos en la importancia de acometer procesos de transformación digital en las mismas de un modo organizado, pues como veremos no basta sólo con invertir en tecnología. Hay que invertir en recursos humanos que faciliten la adopción de los procesos que hagan uso de dicha tecnología.

 

Importancia de la pyme en el tejido productivo

Es un hecho remarcado por diferentes estudios que el tejido empresarial en España está compuesto de forma mayoritaria por pequeñas y medianas empresas, sobre todo por pequeñas, entre las que incluimos las micropymes, es decir aquellas que no sobrepasan los 9 empleados.  Esta realidad adquiere mayor importancia si atendemos a los porcentajes de creación de empleo: de forma abrumadora, el empleo se crea en torno a las pymes. Los últimos informes del Ministerio de Economía así lo indican: hasta un 70% de empleo se crea por pymes.

Siendo así, lo cual no es en sí positivo ni negativo, cabe preguntarse si esta estructura productiva está en condiciones de competir en un mercado cada vez más globalizado, en el que la competencia no es la pyme de la ciudad de al lado, sino cualquiera dentro la UE y , por qué no, de otros países.

 

Importancia de la tecnología en el proceso productivos

Para comprender este punto debemos fijarnos en una cuestión clave: ¿cómo de competitivas son nuestras empresas, es decir, nuestras pymes? Numerosos estudios, algunos de ellos con reconocido prestigio, como el de la Fundación BBVA, indican un diferencial de productividad entre las pymes españolas y las europeas de hasta un 30%. Independientemente de si el dato es algo mayor o algo menor lo cierto es que representa un abismo difícilmente salvable y que recientemente ha sido acometido en nuestro país mediante una devaluación salarial que, si bien a corto plazo vuelve a situar a las empresas en una posición competitiva, a largo plazo no mejorará la posición global del país.

Es cierto que parte de la falta de competitividad la podemos achacar al menor tamaño de las empresas españolas. Las dificultades para acceder a grandes contratos de proyectos internacionales supone un lastre para estas empresas cuyo objetivo parece ser más la supervivencia que el crecimiento. La excesiva atomización del tejido productivo no ayuda a competir y  ser reconocido en los circuitos internacionales salvo en contadas excepciones. Las causas por las que las empresas españolas no crecen más son varias, pero no entraremos en ellas.

Nos interesa más conocer el segundo pilar con el que justificar la falta de competitividad y no es otro que el uso de la tecnología en los procesos productivos, entendiendo la tecnología en sentido amplio y no sólo en su concepción de tecnologías de la información y la comunicación, si bien esta última nos sirve para comprender lo que sucede con otras tecnologías.

La tecnología es un facilitador de la productividad, tal y como se desprende de numerosos estudios académicos y de instituciones reconocidas. La tecnología permite la consecución de productos y servicios de forma más industrial, con mejores índices de calidad y con una eficiencia en el uso de recursos netamente superior.

Es posible constatar que numerosas pymes dedican parte de sus recursos a inversiones tecnológicas, aunque debemos indicar que estos ratios son claramente mejorables. No obstante, y esto es más preocupante, estas inversiones en tecnología no se ven acompañadas por mejoras en la productividad de forma sustancial.

Este hecho es preocupante debido sobre todo a que se dedican recursos a actividades que finalmente no tienen un retorno en los resultados económicos de las pyme. Las causas de estos son fundamentalmente dos: la primera, antes citada, tiene que ver con el tamaño, pues es de sobre conocido y demostrado que las mejoras en I+D+i tienen mejores retornos cuanto mayor es la empresa. Pero un segundo factor tiene que ver con el uso de la tecnología.

La importancia de la tecnología está relacionada no sólo con la adopción de soluciones tecnológicas más avanzadas o de inversiones en I+D+i, sobre todo en su faceta de innovación. La importancia radica en el uso que de dicha tecnología se hace: la incorporación de recursos que puedan manejar dicha tecnología, que puedan mejorar, transformar y aportar valor añadido mediante nuevos procesos productivos que empleen dicha tecnología es un factor determinante.

Este hecho hace que muchas pymes inviertan y sin embargo no sean capaces de rentabilizar dichas inversiones: las inversiones en tecnología por si mismas no bastan para mejorar los rarios de productividad. Es necesario invertir en personas (formación) y en procesos (reingeniería).

Un ejemplo que constata este último punto lo tenemos en las TIC: si bien la inversión en equipamiento hardware y software no ha parado de crecer en los últimos años, las empresas no son capaces de rediseñar sus procesos en torno a la tecnología de modo que puedan obtener mejoras de esta. Es decir, siguen haciendo lo mismo de siempre, de la misma forma, pero además con los inconvenientes de tener que hacerlo a través de hardware y software al que no se le llega a sacar la rentabilidad necesaria.

Esto se observa en empresas que habiendo adquirido un ERP, no hacen uso de la gestión de almacenes, de las funciones de logística o del resto de ayudas que incorpora esta herramienta. No se gestionan adecuadamente los recursos, o no se hace una planificación financiera adecuada. No se gestiona la demanda o no se planifican los proyectos. Y así podríamos indicar uno por uno todos los procesos indicados en los estándares y manuales de buenas prácticas ampliamente aceptados como ITIL, COBIT u otros.

 

Importancia de una transformación digital ‘ordenada’ → procesos

Centrándonos en el caso de las TIC, aunque insistimos que esto es extrapolable a otras tecnologías, es por tanto necesario no solo adoptar la infraestructura, sino adaptar los procesos. Esta ‘transformación digital ordenada’ es la clave para que las empresas no sientan la frustración que genera realizar una inversión sin un retorno claro de las mismas.

Este proceso de transformación digital tiene un agravante y es que en los próximos años, todos los expertos están de acuerdo en que será cada vez más acelerado y que en caso de no incorporarse al mismo pondrá en peligro la supervivencia de la pyme.

Por tanto las pymes se encuentran en la encrucijada de tener que invertir, hacerlo cuanto antes y además hacerlo de forma ordenada para no perder competitividad en un entorno cada vez más global y complicado.

No cabe por tanto más que hacer un llamamiento a las pymes para que, caso de verse en esta situación, acudan en busca de ayuda a expertos que les ayuden a adoptar la tecnología y modificar sus procesos ordenadamente de modo que les permita obtener los retornos esperados.

 

Juan Luis Rubio

Ingeniero Industrial por la U.P.M.; Doctor Ingeniero Industrial  por la U.P.M.; Ingeniería Técnica Informática de la especialidad de Sistemas por la U.N.E.D.; Máster en Investigación en Ingeniería de Software y Sistemas Informáticos por la U.N.E.D.; MBA Executive por ICADE (Instituto de Postgrado de la Universidad Pontificia de Comillas). Actualmente, Vicerrector de UDIMA  Universidad-Empresal. Madrid, España.



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