Tecnología Social

La usabilidad o el secreto del éxito

Generar tecnologías "simples y vulgares" en su uso, incrementa exponencialmente el beneficio social y el negocio.

Google buscador

 

Cuando oímos decir a alguien “eres más simple que un botijo, o el asa de un cubo”, no lo tomamos precisamente como un halago. Despreciamos lo elemental de su usabilidad, y sin embargo, cuando en nuestro quehacer diario descubrimos una herramienta que al tiempo que buena es tan simple como un botijo, se nos vuelve imprescindible. Y además se lo decimos a nuestros amigos y compañeros. Cada 27 de septiembre se cumple el aniversario de la aparición de Google. Hace 17 años, sus creadores, Larry Page y Sergey Brin, realizaron un diseño genial. La simplicidad en su máxima expresión.

No estaría de más analizar el por qué de su éxito. Google apareció cuando existían ya varias decenas de buscadores y metabuscadores. Y les aseguro que cuando hablo de Google no es publicidad, simplemente trato de analizar el por qué de su éxito tan veloz. Ni fue el primer buscador, ni empezó siendo el mejor. Pero sus diseñadores tuvieron la idea genial de hacerlo tan simple como el asa de un cubo. Una pantalla limpia, una casilla para introducir el término a buscar, y clikar en un botoncito, justo debajo, que ponía “buscar”. Cualquier persona supo utilizarlo desde la primera vez. Desde un niño a una persona de sesenta años. Su éxito hizo que en poco tiempo fuera creciendo exponencialmente en número de usuarios. Y esto le llevó a convertirse en el número uno. Y, por tanto, generar negocio y conseguir potencial y poder, que ha ido logrando e incrementando progresivamente. Hoy, además, dispone de multitud de herramientas: traductor, mapas, vídeos, red social, un navegador propio..., pero siempre por detrás, como opciones, para quien quiera usarlas. La pantalla sigue siendo limpia. Es el prototipo de la usabilidad. Un criterio antagónico al que siguen las presentaciones visuales en las pantallas de los móviles. La consecuencia es que los “abuelos” lo usan, y no usan otro, por “bonito” y colorido que sea.

Ciertamente, me sigue sorprendiendo cómo, desde el entorno empresarial y comercial, se desprecia la usabilidad, tanto en el diseño de los aparatos físicos como en los contenidos de los distintos entornos que hoy nos ofrece la nueva sociedad de la información y la comunicación. Y con esta afirmación me refiero a cualquier medio, desde el clásico ordenador de sobremesa o portátil, a los smartphones y tabletas, o la nueva TDT y decodificadores y mandos, por poner sólo algunos ejemplos. La barrera que hoy tienen que superar gran parte de los usuarios, por ejemplo en este último caso, es triple:  manejar el mando (muchas veces pequeño, con decenas de teclas diminutas o botones ocultos), entender el mismo mando (en muchos casos, después de elegir el mando apropiado), y saber cómo se accede a canales y contenidos. No olvidemos que el potencial de la TDT y los nuevos sistemas de emisión no se van a ceñir sólo a la mera visualización de programación pasiva; ahora viene todo su desarrollo con canales de servicios y eminentemente comerciales o “de mercado”.

Cuando el reproductor de cintas de video (VHS o BETA en sus inicios) se convirtió en un aparato más e imprescindible en los hogares, nuestros “abuelitos de sesenta años” de entonces aprendieron a poner la cinta, a verlas, y además…¡a grabar sus programas favoritos de TV!. Sólo tenían que seleccionar el programa o canal, la hora que empezaba, y darle a la tecla REC. Hoy, si la mayoría de nuestros “abuelitos de setenta años” quieren grabarse un programa, tiene que esperar que llegue su hijo, o su nieto, y se lo programe, en el mejor de los casos; con la gravedad añadida de que ahora, gran parte de los usuarios, sin llegar “a edades avanzadas”, tampoco somos capaces de interactuar, programar y usar nuestra tecnología de consumo, para realizar muchas veces acciones que debieran ser relativamente sencillas. Es decir, ahora, esto le pasa a “nuestros abuelitos”, y a muchos de nosotros. La propia industria tecnológica, según avanza y ofrece más y más prestaciones, al tiempo, también restringe el número de usuarios. ¿Se acuerdan de los primeros y divertidísimos videojuegos? Los marcianitos, tetris, pinball, ladrillos, los primeros de aventuras como Mario Bross… eran mucho más usables, todo el mundo pasaba horas con ellos… los padres jugaban con sus hijos. ¡Sí, eran mucho más usables!. Si en esos juegos hubieran metido publicidad, la rentabilidad comercial para los anunciantes hubiera sido enorme, había cientos de miles de usuarios. Eran tan simples como un botijo o el asa de un cubo. Hoy los videojuegos se enfocan a una población mucho más “elegida”.

Las entidades financieras lo han entendido perfectamente con los cajeros automáticos. Menús bastante usables y entendibles por casi todos, disponibilidad las veinticuatro horas del día, inmediatez y rápidez. La realidad es que su utilización es masiva por gran parte de la población, y nos los encontramos en cualquier sitio, exteriores e interiores, oficinas bancarias y centros comerciales, aeropuertos y estaciones de tránsito de miles de ciudadanos... Colocación visible y estratégica. Negocio, en definitiva. Pero cuidado, cuando hablo de usables o usabilidad, no quiere decir necesariamente accesibles. La mayoría de estos cajeros no son accesibles ni utilizables para las personas con discapacidad física, sensorial (principalmente personas ciegas) o intelectual. Para las personas con discapacidad es imprescindible que se cumplan, en la mayoría de los casos, ambos requisitos, accesibilidad (menús hablados, contrastes adecuados, adecuada disposición de los menús para discapacidad cognitiva…) y usabilidad. ¡O si los ponen muy altos, o “encajados” con un bordillo, y eres usuario de silla de ruedas!. En este caso, un fallo de conocimiento en su instalación, puede tirar por tierra un magnífico desarrollo tecnológico.

La falta de usabilidad genera recelo, inseguridad, y en muchos casos “miedo” a los usuarios. La pérdida de negocio y de clientes que genera la falta de usabilidad es inmensa, y no están los tiempos como para prescindir de los mismos. Si queremos realmente vivir en una sociedad global de la comunicación y de la información para todos, debemos hacer sus herramientas, medios y contenidos usables para todos. Mientras, sólo será para sectores de la población muy delimitados. Y este desprecio hacia cientos de miles de usuarios, clientes y ciudadanos con necesidades especiales, una sociedad puede llegar a pagarlo muy caro.

Les aseguro que si generamos tecnologías “tan simples y vulgares” en su uso como un botijo o el asa de un cubo, el beneficio para todos, social y económico, puede ser incalculable.

 

Marlon Molina

Juan Carlos Ramiro

Licenciado en Derecho y Máster en Tecnologías de la Información y Comunicación por la UNED. Ha ocupado diversos puestos de responsabilidad en empresas públicas y privadas, destacando su trabajo como Asesor de la Secretaría de Estado, y Director General de políticas sociales en varios ministerios (2004 a 2010). Actualmente, Director de accesibilidad en CENTAC y Vicepresidente de la Fundación de Tecnología Social. Madrid, España.



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