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Empiece a vigilar a su automóvil, porque él ya lo hace con usted.

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Desde que Karl Benz crease el primer vehículo con motor de combustión interna, a finales del siglo XIX, nuestro automóvil se ha transformado en un elemento imprescindible de nuestro día a día: nos desplazamos con él constantemente de un punto a otro, nos ofrece confort y diversión durante dicho traslado y es, en cierta medida, una referencia del estrato social y económico que ocupamos. Sin embargo, esta concepción clásica está a punto de verse modificada: reflexione sobre el mencionado fiel compañero que tantos buenos momentos le ha brindado, como hasta ahora lo ha hecho, porque en breve, tras la lectura de este artículo relativo a las implicaciones de la implantación de las últimas tecnologías en los automóviles y la información generada por las mismas, es más que probable que su punto de vista se vea profundamente alterado.

 

A pesar de que pueda llegar a considerarse un mercado incipiente y fragmentado, tal como se indica en el I Estudio Anual de Coches Conectados, elaborado por IAB Spain, es indudable que este entorno inmaduro actual tiene los días contados: todos los agentes involucrados dan por sentado que se implantará con rapidez y fuerza, máxime teniendo en cuenta las notables alianzas al respecto que ya se están produciendo entre los diversos gigantes tecnológicos[1].

 

Tal es así que Ian Robertson, miembro del consejo del fabricante alemán BMW expuso sin demasiados ambages, en el último Salón de Detroit a la publicación Financial Times, que varias empresas de Silicon Valley y ciertos grupos publicitarios ya están solicitando a los principales fabricantes de automóviles que se les permita explotar los datos generados, por lo que se ha venido a denominar como coches conectados[2].

 

Es más que probable que se esté cuestionando de dónde viene el interés por parte de semejantes corporaciones sobre la información que pueda procesarse. Pues bien, como en tantas otras circunstancias, dichos datos tienen un valor sumamente elevado para cualquier entidad privada que pueda estar interesada en brindarnos un bien o servicio de nuestro interés: es decir, absolutamente todas las del Planeta. Comentemos a continuación algunos potenciales ejemplos:

 

  • Su automóvil conectado de última generación puede determinar por sensores ópticos si se le cierran los párpados con demasiada frecuencia, lo que puede implicar que está somnoliento y que sería interesante que tomase una reparadora taza de café. Si esa información se procesa por una cafetería que esté situada en su ruta, ésta podrá invitarle amablemente a acudir a sus instalaciones (mediante un mensaje de voz o de imagen en su parabrisas) e, incluso, ofrecerle un descuento en su variedad de bebida favorita si elige una opción a través del panel táctil del salpicadero.

 

  • De la misma manera, se puede establecer si el motor del coche ha estado mucho tiempo puesto en marcha, lo cual supone una larga travesía con la consecuente necesidad de detenerse en algún restaurante ubicado en las proximidades para comer y descansar.

 

  • También puede conocerse, por parte de su vehículo conectado, si transporta más pasajeros, a través de sistemas de presión en los asientos, por lo que es admisible que quizá esté interesado en alquilar una película de alguna plataforma digital para que pueda ser disfrutada por los pasajeros de las plazas traseras.

 

  • Si tose demasiado, ello es captado por el sensor de voz del automóvil y transmitido a una farmacia cercana, se le podrá recomendar adquirir una milagrosa píldora que acabará con sus incomodidades de garganta.

 

  • Y si es viajero incansable, el cuentakilómetros comunicará que necesitará cambiar las cubiertas de su vehículo con frecuencia, por lo que una buena oferta de neumáticos seguro que puede resultar algo de agradecer.

 

Todas ellas implicaciones en el campo de la privacidad y del desarrollo socio-tecnológico, como se puede apreciar fácilmente, que trascienden con mucho el campo al que nos tenía acostumbrado hasta ahora el sector automovilístico.

 

Por ello, le invito a que vayamos un paso más allá: ¿dichos datos serán utilizados únicamente para ofrecernos ofertas que puedan ser de nuestro interés? o, con mayor probabilidad, ¿se integrarán en ese enorme océano de información, perfiles y patrones denominado Big Data junto con todo el rastro digital que ya generamos actualmente (smartphones, tablets, etc …) estableciendo pautas concretas de personalidad y usos sociales que podrían ser empleadas con potenciales usos desconocidos?.

 

Finalmente, permítame un consejo y la próxima vez que adquiera un vehículo, estudie con detenimiento el contrato de adquisición del mismo antes de firmarlo: puede que, sin saberlo, esté dando su autorización para que quizá demasiados terceros sepan si le gusta el café sólo, con leche, o mucho más…

 


[1] De hecho, ya existen plataformas que están en un proceso de desarrollo vertiginoso, como puedan ser Carplay Apple, Android Auto o Windows in the Car.

 

[2] Dos observaciones puramente técnicas:

a) La primera y más importante es que de la conectividad expresada deriva una más que posible circunstancia de contagio por malware de las aplicaciones informáticas instaladas en el coche: si la aplicación dañada es de ocio, la importancia es relativa; si controla la centralita del coche o el sistema de frenos, la cuestión es radicalmente diferente en lo que a seguridad de los pasajeros se refiere.

 

b) En segundo lugar, las diversas operadoras de telefonía deberán empezar a analizar la necesidad de adaptar a esta nueva realidad los planes tarifarios de datos: si su coche está conectado a Internet permanentemente las 24 horas al día, transmitiendo información o captando la misma de Internet (actualizaciones de software, música, etc…) el canal de telecomunicaciones (inalámbrico, en principio) que se requerirá será muy diferente al que se pueda estar empleando a día de hoy en un simple smartphone, por ejemplo.

 

Stéfanos Altidis Cabrejas

Senior Associate Compliance & Risk en Picón & Asociados; Secretario Ejecutivo de la Asociación de Empresas de Protección de Datos; docente y colaborador en organismos públicos y privados. Máster en Derecho IT por la UCM con mención especial por calificaciones; múltiples Cursos Executive de especialización; Certificaciones: CDPP / CRISC / Certified BV ISO 27001 IA / AML UAM Specialist. Madrid, España.

 



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